Quise recuperar las notas de una investigación que hice hacia el 2012 sobre el desarrollo del género de ciencia ficción en la cinematografía de los países latinoamericanos y quiero compartirlas en una serie de posts donde describiré el desarrollo de las funciones de especulación y de crítica social, propias del género, en películas de distintas épocas.
Primero, vale la pena aclarar el origen del término ciencia ficción que viene de la literatura y que se le debe al empresario de la industria electrónica, luego escritor de novelas especulativas, Hugo Gernsback. Este Luxemburgués que emigró a los Estados Unidos, fundó en 1926 la revista Amazing Stories, la primera dedicada exclusivamente a relatos del género, donde se trata oficialmente el nombre "Science Fiction". Antes de la fecha, las publicaciones que ahora son reconocidas como de ciencia ficción se nombraban como relatos fantásticos, novelas científicas o utopías.
Anteriormente, Genrsback había hecho varios intentos de popularizar un término distinto que no encontró acogida en el público: "scientifiction". Esto lo hizo desde otra revista llamada Modern Electrics, donde además de incluir artículos sobre electrónica, también publicó su novela Ralph 124C 41+, correspondiente al juego de palabras "One to foresee for one another" (El que predice el futuro para otro).
Así, la traducción literal del inglés al español nos legó la mal nombrada "ciencia ficción", ya que según los críticos debería llamarse correctamente "Ficción científica". Sin embargo, la popularidad a la que llegó el término ha impedido corregir ese error hasta ahora, dando un inicio con el pie izquierdo para los autores hispanohablantes.
Ahora, para introducirnos en las características de la producción de ciencia ficción latinoamericana, quiero presentar algunos datos de la investigación del licenciado mexicano Miguel Ángel Fernández, donde se encontró que hasta 1998 (año del estudio) existían: "981 revistas y fanzines, 102 cuentos publicados
en recopilaciones no especializadas, 253 antologías, 373 novelas y 134 ensayos,
provenientes de 15 naciones de América Latina" (ver artículo), siendo la más antigua del año 1775.
Contemplando estas cifras, lo primero que hay que entender
es que el género de ciencia ficción es innato a cualquier cultura moderna, pues,
funciona como una forma actualizada de la estructura del mito, alimentada por
la llegada de la Ilustración. Las inquietudes sobre lo desconocido del Mundo en
el seno de una sociedad intelectual, hallan un medio con las herramientas de la
ciencia para sentar una base de conocimiento, y, con las posibilidades de la
ficción para ir más allá en la búsqueda de respuestas. De esta manera, al encontrarnos con la obra de protociencia ficción titulada “Sizigias y Cuadraturas Lunares”, escrita en 1775 por el fraile franciscano Manuel Antonio de Rivas en la península
mexicana de Yucatán, no queda menos que preguntarnos ¿qué pudo inspirar a este
fraile para escribir algo tan ajeno a su vida religiosa?. La verdad, es que este
personaje fue un intelectual de su época, con acceso a documentos filosóficos y
teorías científicas que incubaron las ideas presentadas en su escrito de corte fantástico, aún cuando ni siquiera se hablaba de ciencia ficción en el mundo.
Entonces, sí existe una inquietud
intelectual en las sociedades latinoamericanas, y, sí existe una exploración de
la ficción con base científica por parte de pensadores y escritores nativos del
continente. Para no ir más lejos, en Colombia tenemos el ejemplo de la
maravillosa obra de ciencia ficción “Barranquilla
2132” del periodista José
Antonio Osorio Lizarazo, escrita en 1932. Obra que elabora magníficamente un universo futurista
y cumple con las funciones de especulación y de crítica social características
del género.
Para comprender este fenómeno, podemos rescatar la reflexión del filósofo y crítico argentino Pablo Capanna al afirmar que las preocupaciones acerca de lo que nos depara el futuro frente a lo que nos trae el presente tecnológico y político son desahogadas por
medio de la ciencia ficción: “la ciencia ficción es un intento hecho a nivel mitológico, es decir, sólo parcialmente
consciente de sí, por reflejar el impacto del medio tecnológico en el hombre y trazar de algún modo las cartas de esa TERRA INCOGNITA que es el futuro”. Esta respuesta al impacto de los cambios tecnológicos y de concepción del Mundo a través del tiempo, por supuesto, hace
mella en América Latina, ya que es un territorio parte de esa transformación (de manera muy particular por las características de su legado cultural) y es natural que sus habitantes también produzcan sus versiones de lo que implica el progreso de la humanidad en una sociedad
como la nuestra.
En segunda instancia, es imperante abandonar las concepciones clasificatorias de la ciencia ficción
universal, pues, cada obra del género depende de un contexto geográfico, social, político y cultural del momento en que se escribe. No podemos encontrar la esencia de la ciencia ficción latinoamericana si sólo estamos buscando coincidencias con unos cánones que no son bastante flexibles sobre las múltiples variantes del género y posiblemente no den cabida a un estilo propio desarrollado por los autores del continente. Los códigos establecidos, pueden servir de referente y punto de comparación pero no como ley de acero para aceptar o descartar las obras latinoamericanas perdidas en el tiempo. Se ha de tener en cuenta especialmente un bagaje cultural que pesa más en nuestra imaginería que cualquier influencia del estilo de ciencia ficción extranjera. Del texto de Fernández: “Según el crítico español Rafael Llopis, la literatura fantástica latinoamericana constituye una extraña y feliz conjugación de mitos autóctonos, tanto indios como negros o criollos, y cosmopolitismo, siendo este último factor el que más ha influido en su configuración actual”. Con esto de frente, es imposible si quiera
considerar que los autores latinoamericanos, aún ciñéndose a las características de las obras de ciencia ficción universales, no contaminen con
una visión propia los cánones e impregnen a sus obras de la propia fantasía del mundo latinoamericano.
La pregunta gira en torno a esclarecer qué clase de ciencia ficción es entonces la que se ha venido produciendo en América Latina y si se puede pensar en elementos comunes entre autores o regiones para evaluar su desarrollo histórico. A este respecto las palabras de Fernández resultan inspiradoras: “La nueva generación de historiadores latinoamericanos de la ciencia recomiendan “pensar nuestra ciencia”, modernizando conceptos y términos, y reclamando una originalidad epistemológica, a partir de la cual han conseguido aumentar el terreno de sus investigaciones, descubriendo “la ciencia de Latinoamérica”, entendida como ciencia en su contexto”
Pero para entender “nuestra ciencia ficción” tenemos que remontarnos a los primeros pasos en la exploración del género desde el cine, proceso que se puede observar con mayor claridad en la producción mexicana.
Uno de los países latinoamericanos que más ha desarrollado el género en su producción cinematográfica es México. Las producciones mexicanas evolucionaron a la par de los desarrollos del género en el resto del mundo, por ello, podemos encontrar películas de ciencia ficción
que tratan temas tan diversos como los viajes espaciales, desórdenes mentales, monstruos, extraterrestres, bestias prehistóricas, neurocirugía hasta llegar al gran éxito de los wrestler o luchadores profesionales, que es lo más propio de la cultura mexicana y lleva al género hacia un estilo nuevo.
La historia de la cinematografía de ciencia ficción mexicana inicia con “El Moderno Barba Azul”, dirigido por Jaime Salvador en 1946 y protagonizado por el actor Buster Keaton. Así, durante las primeras etapas del cine los autores mexicanos hacían su aparición con varios títulos del género como “El Hombre sin Rostro”, dirigida por Juan Bustillo Oro en 1950, “Los Platillos Voladores” de Julián Soler en 1955, “El Monstruo de la Montaña Hueca” dirigida por Ismael Rodríguez en 1956 o “Ladrón de Cadáveres”, realizada por Alfredo B. Crevenna también en 1956. La lista continúa, pues el auge del género en el país mexicano se daría con la incursión de las películas de ciencia ficción donde participan las estrellas de la lucha libre como El Santo o Blue Daemon, quienes protagonizaron un gran número de películas serie B que se convirtieron en obras de culto y es un gran legado, único en su estilo.
El fenómeno de las películas del Santo sienta un precedente Latinoamericano dentro de las películas de súper héroes y es una apuesta en la creación de una industria que gira en torno a la producción audiovisual pero que se extiende con otros elementos del mercado tales como foto historietas, figuras de acción, máscaras, etc, para hacer del Santo un producto de la industria del entretenimiento y a la vez un ícono mexicano muy popular en el exterior.
La figura del luchador mexicano, que jamás se quita la máscara y ayuda a los niños, se enfrenta contra una serie de monstruos, extraterrestres y fuerzas del mal que finalmente logra vencer, no sólo gracias a su fuerza física sino a su calidad humana, pues se enfatiza el hecho de ser representante de los valores positivos de la sociedad mexicana. El portador de la máscara del Santo fue Rodolfo Guzman Huerta quien adoptó el nombre del Santo en 1942, su carrera como luchador abarcó 4 décadas en las que se convirtió en un héroe popular, defensor de la justica y el honor del pueblo mexicano. Su enorme éxito le dio para protagonizar 52 largometrajes, todos bajo la misma consigna de la figura del héroe invencible que enfrenta todo tipo de injusticias, incluso las sobrenaturales.
Hasta aquí les dejo la primera parte de la investigación. En el siguiente post presentaré el análisis de dos películas de Crevenna de 1966.
REFERENCIAS
CAPANNA, Pablo. El Sentido de la Ciencia Ficción. Nuevos Esquemas. Editorial Columbia, 1966. Argentina. Pág. 33
FERNANDEZ, Miguel Ángel. Discurso sobre un Nuevo Método para el Estudio de la Ciencia Ficción Latinoamericana. 2005
Wikipedia. Hugo Gernsback. 2018.
CAPANNA, Pablo. El Sentido de la Ciencia Ficción. Nuevos Esquemas. Editorial Columbia, 1966. Argentina. Pág. 33
FERNANDEZ, Miguel Ángel. Discurso sobre un Nuevo Método para el Estudio de la Ciencia Ficción Latinoamericana. 2005
Wikipedia. Hugo Gernsback. 2018.