CIENCIA FICCIÓN PSICODÉLICA - ZARDOZ
Zardoz es una película de 1974 dirigida por John Boorman y protagonizada por Sean Connery quien interpreta a un salvaje cazador de hombres vestido con una especie de traparrabos rojo y botas de cuero.
La película se desarrolla en el año 2293 donde existe una radical división social entre un grupo de inmortales que viven aislados en una burbuja, el Vórtex, y son dueños de una tecnología que les impide morir, y, el resto de humanos que viven como "salvajes" dedicándose a la agricultura y a la violencia, gobernados por una cabeza flotante de piedra que les proporciona armas, esta cabeza es el dios Zardoz.
La trama inicia con el descubrimiento por parte de Zeta (Sean Connery) de la verdadera naturaleza de su dios Zardoz. Zeta logra infiltrarse dentro de la cabeza de piedra flotante y de esta manera es transportado al Vórtex donde es descubierto por la sociedad de inmortales. Allí debe enfrentar un juicio donde se debate su futuro entre ser destruido por atentar contra la seguridad del Vórtex o ser utilizado para mejorar la especie de inmortales.
Es una película de bajo presupuesto donde los efectos visuales son poco elaborados con respecto a otras producciones de la época. Sin embargo, la imponente presencia de Sean Connery, a pesar de lo irrisorio de su vestimenta, y las intrincadas alusiones a cuestiones metafísicas, convierten a Zardoz en una película interesante y extrañamente atractiva.
Zardoz plantea el dilema entre la persistencia de la animalidad primordial y la insaciable búsqueda de conocimiento del ser humano cuya finalidad puede concebirse como perfección o inmortalidad. Recurre a un juego espacio temporal para invitar al espectador a cuestionarse sobre las dimensiones de lo real y el sentido de la civilización como medio que propulsa la supervivencia y perfeccionamiento de la especie. Contrastando los elementos de la naturaleza humana: sexo, violencia, represión, conciencia, conocimiento, deseo, Zardoz logra sacar a la luz la necesidad de experimentar ciclos de vida y ceder ante el cambio para dar paso a la evolución.
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